ESCRITO POR:
Miguel Pereira

Hace poco habríamos puesto rumbo a Silicon Valley, a Israel, o a Berlín. Pero hoy dirigimos la mirada a Oriente. Asia tiene la creatividad, el dinero y la tecnología, pero también un ejército de usuarios dispuestos a experimentar y sumergirse en cualquier cosa que suene a innovación. Es algo inherente a su cultura. Y si hay un lugar en Asia que está despuntando como un foco de luz en el mapa de la innovación, ese lugar es Corea del Sur, un país donde el estilo de vida está impregnado de tecnología, entretenimiento y experimentación.

El viaje de inspiración a Seúl que hemos organizado con nuestros socios de C4E nos permitido validar aprender, inspirarnos, sorprendernos, validar algunas premisas y tomar el pulso de la calle. Ha sido un viaje fascinante, intenso, demasiado breve quizás, pero sin duda oportuno y refrescante.

El viaje tenía cuatro ejes de contenidos: el metaverso y tecnologías inmersivas; el mundo de la incubación y el emprendimiento; tendencias en retail; y la cultura y estilo de vida de la sociedad coreana, con especial énfasis en su forma de entender el entretenimiento.

Personalmente, la experiencia que me ha resultado más sorprendente ha sido el future experience de T.um, un viaje a Hi Land, una ciudad inteligente imaginaria en el año 2053 (a 30 años vista desde ahora), conectada con la red de datos de SK Telecom, la compañía líder de móvil en Corea (y facilitadora de la experiencia). Se trata de una visión futurista e hiper-tecnificada en un planeta devastado, de conexión total entre la ciudad y las personas; una experiencia inmersiva, visual, sensorial e interactiva… Todos los sentidos se ven estimulados en una aventura que aúna IA, metaverso, movilidad y cambio climático. Un verdadero espectáculo que te obliga a reflexionar sobre cómo puede ser el futuro de la sociedad en tan solo 30 años.

Sales con el corazón a mil y cierta inquietud instalada en el cuerpo. Pero tanto si te gusta cómo es el futuro como si no, la experiencia es impactante e inolvidable. Después de la experiencia inmersiva Eternelle Notre-dame de Orange en París reconstruyendo la historia de la catedral de Notre-Dame desde el Siglo XII, T.um es lo más impresionante que he visto en realidad virtual en mi vida. Y no deja de ser curioso como la realidad virtual nos permite reconstruir el pasado o proyectar el futuro con la misma eficacia. Siempre la tecnología al servicio de la narrativa; nunca al revés.

Y hablando de tecnologías inmersivas, también me impactó lo que hacen en DoubleMe, una startup fascinante dedicada a desarrollar el metaverso más allá de las pantallas, jugando con la realidad aumentada y la realidad mixta aplicadas a espacios del mundo real; un servicio que ellos denominan “real world metaverse as a service”. Según su visión, gracias al “metaverso de mundo real” se pueden añadir infinitas posibilidades virtuales a cualquier lugar físico, simplemente sumándole capas de realidad extendida, normalmente realidad aumentada o realidad mixta.

En DoubleMe cuentan también con un delicioso espacio denominado The Cave (está en el sótano de sus oficinas), que es mitad escaparate tecnológico, mitad sala de exposición de arte, donde se puede disfrutar de su propuesta virtual mezclada sobre espacios físicos reales. Está en sus propias oficinas y, también, en desarrollo en otros lugares del mundo. Hipnótico.

La visita a DoubleMe me enseñó algunas cosas. En primer lugar, la apuesta por las realidades extendidas; la determinación de usar tecnologías inmersivas, no para construir mundos virtuales, sino para poner capas virtuales sobre espacios físicos reales. Esta filosofía abre un potencial enorme de aplicaciones en todo tipo de industrias, porque se puede hacer casi cualquier cosa, en cualquier espacio, sin limitaciones, desde crear un zoológico dentro de una tienda, hasta viajar a la luna o entrar dentro del cuerpo humano.

Además, como curiosidad, usan una tecnología para crear avatares holográficos en tiempo real con cámaras que escanean tu cuerpo en cuestión de segundos. Estos avatares se pueden usar de inmediato en reuniones virtuales, al estilo de Workrooms de Meta, pero ellos lo hacen, nuevamente, con la vocación de que la experiencia ocurra en un espacio real.

Por cierto, las gafas que probamos en The Cave eran una réplica de fabricación china de las HoloLens de Microsoft, pero con un coste de “solo” unos mil dólares, y nos dicen que ese coste pronto bajará a un nivel sobre los 300 dólares (las HoloLens de Microsoft cuestan actualmente unos 3.500 dólares).

Para poner en contexto la importancia de esta startup, entre los clientes de DoubleMe se encuentra Telefónica, y Samsung acaba de entrar en su accionariado.

En el mundo del emprendimiento visitamos incubadoras como el Korea Startup Forum, una organización creada por compañías coreanas para fomentar el emprendimiento y conseguir del gobierno condiciones favorables para la creación de nuevas empresas. Buscan, entre otras cosas, desarrollar lo que ellos llaman un “startup friendly legal framework”. Fundado en 2006, integra alrededor de 2.000 startup asociadas. Suman alrededor de 200 nuevas cada año y resulta impresionante este dato: de los 22 unicornios coreanos que hay en la actualidad, 13 se han formado dentro de esta organización.

También visitamos el AI Hub de Seúl, denominado oficialmente «AI Yangjae Hub». Es la primera institución de desarrollo de empresas emergentes de tecnología de IA de Corea. Inaugurada en 2017 es una mezcla de incubadora y aceleradora, de financiación pública, que aloja actualmente unas 100 startups relacionadas con el mundo de la inteligencia artificial. Aparte de las empresas “residentes” cuenta también con empresas asociadas y aspira a crear un verdadero ecosistema de emprendimiento en torno a la AI.

Y por último visitamos también D-Camp, una de las aceleradoras de startups más veteranas en Corea. El centro que visitamos nosotros es Front 1, con más de 120 startups instaladas, uno de los que tiene a lo largo de todo el país. D-Camp nace por iniciativa gobierno coreano que forzó la financiación por parte de todo el sector bancario en Corea. De los 19 bancos inversores, todos menos uno (Citibank, que es americano) son coreanos.

Como aprendizajes en el mundo del emprendimiento en Corea yo me llevo las siguientes reflexiones:

  • Alta regulación. A pesar de contar con un Ministerio de Startups, Corea es un país con un sistema jurídico tremendamente restrictivo en cuestiones tan importantes como conseguir un visado de trabajo para un extranjero, o recibir la aprobación del gobierno para lanzar un nuevo producto. Según los emprendedores el gobierno tiene un cierto temor a la tecnología –específicamente, a las plataformas tecnológicas– y se protege con legislación.
  • Foco en light innovation. Ha sido una constante en las visitas: la innovación en Corea se orienta más a desarrollos y aplicaciones de tecnologías ya existentes que a innovaciones realmente disruptivas. Aun así, el nivel de innovación en el uso de la tecnología es abrumador.
  • Dificultad para la globalización. Se trata de un país con tamaño suficiente como para generar volumen de negocio interno (50 millones de habitantes), y al mismo tiempo, con dificultades para conectar con el exterior: son de facto una isla (si no contamos la frontera con Corea del Norte), poca gente habla inglés, el idioma es difícil, y el contexto geopolítico les obliga a protegerse del exterior, etc.
  • El dinero no es un problema; el talento sí. Por eso mismo, parte del trabajo de las incubadoras y aceleradoras se orienta a cuidar el talento, atraer a jóvenes emprendedores, e incluso re-enganchar profesionales senior. Buscan, en esa misma línea, crear conexiones, de forma que se genere un círculo virtuoso de colaboración y aprendizaje. Hablan mucho de la importancia de desarrollar una “startup community”.
  • Hay toda una generación que ve el emprendimiento una carrera profesional, enlazando un proyecto con otro, amparados en la apuesta de fondos de financiación públicos y privados. Esto produce seguramente una cierta inflación de proyectos, pero también, por pura fuerza estadística, genera un torrente de empresas con ofertas disruptivas que acaban teniendo éxito.
  • Apuesta firme por el desarrollo de la inteligencia artificial y las realidades extendidas, como estrategia de país y de los ecosistemas de emprendimiento.

Otra de las áreas más fascinantes de la visita fue el mundo del retail. En este viaje visitamos el enorme Hyundai Department Store, en Yeouido, y Starfield COEX Mall, en el barrio de Gangnam, cuna del famoso Gangnam Style. Me llamó la atención la sofisticación de la oferta, tanto en el nivel de los productos, como en la forma de abordar la experiencia de compra del consumidor, con una extrema atención al detalle y un uso sutil pero eficaz de la tecnología. 

A título individual me llamó la atención la tienda de Uncommon Store, sin empleados, totalmente gestionada por la tecnología, muy al estilo de Amazon Go. Los compradores se registran con una app en el móvil, entran en la tienda, cogen los productos que desean, y al salir se les cobra automáticamente con el medio de pago indicado en la app. La tienda está monitorizada por un sinfín de cámaras que monitorizan todos los movimientos de los usuarios en su interior.

Y me impresionó la Starfield Library, que es probablemente la biblioteca más impresionante del mundo, con estanterías de decenas de metros de alto, y un diseño interior impactante, como si fuera un centro comercial abierto, sin paredes. Es curioso este lugar tan analógico y físicamente impactante en medio de un mundo tan tecnológico.

En el mundo del entretenimiento, vivimos conciertos de pop en la calle entre la locura de los fans (en Seúl tuvo lugar el primer concierto con artistas presentes mediante hologramas), tiendas temáticas para fans de grupos de adolescentes y espectáculos sorprendentes, entre los que se llevó la palma Nanta, un cóctel de comedia, cocina coreana, acrobacias y ritmo, mucho ritmo. Un humor muy coreano que demuestra el importante papel de la gastronomía en la cultura coreana.

Además, en las calles de Seúl me llamó la atención la gastronomía, deliciosa, diferente y omnipresente; la enorme educación de los coreanos (por mencionar una anécdota, no existen casi papeleras en las calles, y a pesar de ellos es imposible encontrar un papel tirado en el suelo), y, sobre todo, la presencia constante e imponente de las pantallas. Están en todas partes; allá donde mires, en interior o exterior, hay un despliegue de pantallas de todos los tamaños (pero siempre de gran calidad) emitiendo mensajes y contenidos. Hay pantallas que son fachadas enteras de edificios, lineales de escaparates infinitos de tiendas, cubos y tetraedros con pantallas en todas sus caras, paneles digitales en cada esquina… Y por supuesto, todo el mundo camina por el metro y por las calles sumergidos en sus pantallas personales; los móviles de última generación.

Y por supuesto, está la barrera idiomática. El coreano es un idioma ilegible para nosotros y casi inaccesible (tiene veintitantas vocales), y muy poca gente habla inglés. Entre las dificultades de comunicación y las diferencias culturales, esta publicación bien podría titularse ‘Lost in Translation… in Seoul’.