A principios del siglo XX el danés Niels Bohr dio a conocer su principio de la complementariedad. La teoría física sostiene que dos propiedades complementarias no se pueden medir simultáneamente con total precisión, de manera que cuanta más certeza se obtiene de una de ellas, menos se obtiene de la otra.

En matemáticas dicho principio se explicó con la denominada dualidad de Poincaré, e incluso en mecánica cuántica tiene su reflejo en el principio de incertidumbre formulado por el alemán Heisenberg.

En literatura surge el oxímoron, la figura retórica que consiste en complementar una palabra con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto y que elevó a su máxima expresión Quevedo con su “es herida que duele y no se siente”.

En música tenemos el contrapunto: la concordancia armoniosa de voces contrapuestas…

Podemos encontrar teorías de las dualidades en otros campos como la psicología, sociología, química o por supuesto la teología con la división de cuerpo y alma.

Cuando lo llevamos a mundos más comprensibles y cercanos nos encontramos con principios médicos de complementariedad que todos nos hemos aplicado. Un resfriado lo intentamos paliar con comidas calientes, una insolación o una inflamación aplicando hielo o una crisis nerviosa ingiriendo alimentos fríos.

Casi todos estos principios, leyes y remedios provienen tanto de la tradición filosófica occidental, y de la archiconocida teoría taoísta del Yin y el yang. 

Estos dos conceptos representan las fuerzas fundamentales opuestas y complementarias, que se encuentran en todas las cosas. 

Según esta idea, cada ser, objeto o pensamiento posee un complemento del que depende para su existencia y que a su vez existe dentro de él mismo. De esto se deduce que nada existe en estado puro ni tampoco en absoluta quietud, sino en una continua transformación.

Cuando decidimos evolucionar como agencia, repensarnos y reinventarnos hicimos un profundo ejercicio de intentar entender lo que los anunciantes, hoy, demandan a sus agencias y lo que nosotros, de manera proactiva, deberíamos ofrecerles. Partiendo de lo que Darwin nos evocaba:  la razón, la observación, lo empírico, la investigación, el conocimiento… quisimos buscarle su yang, su opuesto complementario, y ahí surgió Verne. 

Verne es la creatividad, la ficción, el imaginar como podrán ser las cosas, el proyectarse, el viajar con la mente… 

Dos personajes universales, históricos, icónicos, coetáneos, aparentemente opuestos en su forma de enfrentarse al mundo pero absolutamente complementarios en la manera de entenderlo.

Trasladando sus universos al nuestro nos surgió la pregunta. ¿No es posible aplicar estos principios de dualidad, de complementariedad, que tienen una base común, a nuestra profesión, a nuestra pasión?

La agencia que somos y que creemos que debe representar a la agencia ideal es aquella que sabe engranar atributos aparentemente opuestos, antaño lejanos a nuestro campo, pero hoy absolutamente necesarios en su convivencia. 

Hemos de ser una agencia que domine la ciencia de los datos y la ficción de las ideas que anticipan cosas, que busque emocionar al consumidor pero desde la razón que aporta insights profundos y arraigados, que experimente en sus propuestas y que demuestra sus resultados con una medición exhaustiva…. 

Nosotros creemos que a la hora de buscar tu socio de comunicación se debe tener en cuenta lo que puede aportar en términos de algunas dualidades como : razón / emoción, ciencia / ficción, medir /experimentar, datos /exploración…

Ninguna de ellas es absoluta, ninguna de ellas ha de existir sin la otra en una agencia.

Porque tampoco en nuestro campo hay verdades absolutas. Todo tiene su hemisferio norte y sur, su vaso medio lleno o vacío, su medio crudo o medio hecho… porque internet son datos pero también son gatos, porque para unos Elvis está vivo y para otros es leyenda… Todo tiene su yin y su yang, su lado Darwin y su lado Verne.

Es lo que podríamos llamar el teorema de Darwin y Verne de la comunicación.

Oxímoron, antítesis, dicotomía, contrapunto, complementariedad. 

Física, matemática, mecánica cuántica, música, literatura, medicina, filosofía… y ahora, comunicación.

Queda formulado el teorema de Darwin y Verne.

 

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