Los más veteranos de la generación Alfa acaban de estrenar su primer móvil (el 92% de los niños españoles lo tiene al cumplir 11 años) y se disponen a entrar en la temida ESO. Los Alfa más jóvenes están naciendo en este mismo momento. Cuatro, exactamente, mientras terminas de leer este artículo. Son los nativos ambientales, una generación llamada a cumplir una misión: salvar un planeta que sus predecesores les hemos dejado malherido.
¿Qué es la generación Alfa? En cifras, son 5 millones de niños y niñas nacidos en España entre 2010 y 2021. Son los hermanos menores de la generación Z.
Es arriesgado hacer prospectiva de una generación que da solo sus primeros pasos. Y temerario ir más allá de una descripción demográfica o una contextualización histórica. Esto último es lo que intento en este artículo, aunque me aventuraré con alguna predicción subjetiva.
Hablamos siempre de las generaciones desde el punto de vista de los vencedores, como decía George Orwell de los historiadores. Habitualmente sesgamos el análisis al imponer una visión eurocéntrica y patriarcal. Es decir, creemos que todos nacen, como nosotros, en unas condiciones óptimas, que vivirán y trabajarán en el primer mundo y heredarán una cultura, una ética y una cosmovisión como las nuestras.
También lo hacemos con una visión tecnófoba: los Baby Boomers, según nos advertían nuestros mayores, íbamos a terminar alelados de tanta caja tonta y vigilados por el Big Brother. A los Alfa ya nos los imaginamos como centauros cibernéticos, convertidos en avatares, incapaces de tomar decisiones y controlados por el Big Data. El prejuicio se repite.
Otro apunte autocrítico: lucubrar sobre la generación Alfa asociándola al smartphone, el veganismo o el metaverso es obsceno mientras 160 millones de niños, también Alfa, aún trabajan como esclavos en el mundo y una cifra aún mayor no pueden elegir qué comer cada día porque, sencillamente, no tienen nada que llevarse a la boca. Así que, para entendernos, cuando en los medios y la publicidad hablamos de generaciones como Z, Alfa o Y, lo hacemos con un solo objetivo: clasificarlos como buyer persona.
Entre la esperanza y el apocalipsis
La mirada sobre el momento en que vivimos -pandemia, alienación, polarización- tiende más al pesimismo que a la esperanza. Estoy más cerca de la visión optimista sobre la generación Alfa, pero describo ambas para que reflexiones sobre ello.
La mirada apocalíptica
Los Alfa son adictos al smartphone. Pierden una media de 6,43 horas al día conectados en línea. Un 44% de los estudiantes de ESO dicen que entran en internet para no sentirse solos. Y un 58%, para hacer amigos. Es la actividad a la que más se dedican en su tiempo libre, según una reciente macroencuesta de UNICEF, que ofrecía un dato revelador sobre su experiencia digital: el 60% reconoce que tiene más de un perfil en la misma red social: el oficial y el oculto, uno para ver y otro para ser observado. Han aprendido a sortear la vigilancia parental con una doble vida digital.
Los casos de ansiedad entre los más jóvenes han aumentado un 280% durante la pandemia, las autolesiones un 246% y la ideación suicida, un 244%, según datos de la Fundación ANAR. Según Save The Children, uno de cada 6 niños en España mostró síntomas de depresión durante la pandemia, motivada por la preocupación ante el desempleo de sus padres y la falta de dinero en casa.
En el peor de los casos, a lo largo de su vida, lo Alfa verán cómo la temperatura terrestre se elevará en 4°C. Sequias, inundaciones, hambrunas, migraciones: un escenario apocalíptico que nos induce a una visión melancólica del mundo y que los adultos, inconscientemente, estamos trasladando a los niños y jóvenes. Ya hemos escuchado, y ellos también, que 1.000 millones de niños y niñas viven en zonas de alto riesgo climático.
El futuro es inquietante, en lugar de prometedor. Como sostiene el filósofo José Luis Villacañas, “la aceleración que vivimos y la percepción que sentimos de un futuro catastrófico borra la idea de esperanza y solo persevera la noción de supervivencia, donde el futuro se percibe como un gran almacén de catástrofes que vienen hacia nosotros”.
Les hemos inculcado el desconcierto ante la sensación de cambio incesante, como sostiene Anne Helen Petersen. Ese cansancio del mundo, que ya aparecía en Eclesiastés y fue diagnosticado por Hipócrates, unido a las expectativas no cumplidas por la generación Millennial, a quienes se vendieron más mitos que verdades, según la autora estadounidense, ha llevado al síndrome de la generación quemada. Y los niños absorben esa frustración cada día.
La mirada esperanzadora
El sentimiento de culpabilidad. Lo hemos hecho mal (los Boomers). Les hemos dejado solos y pertrechados de tecnología sin manual de instrucciones. A nosotros nos inculcaron una competitividad malsana, como denuncia Petersen en No puedo +. Cómo se convirtieron los millennials en la generación quemada, y la hemos replicado en nuestros hijos. “Nos ahogamos y no se dan cuenta”, dice Pablo Gavira, uno de los actores protagonistas de la película de Jonás Trueba “Quién lo impide” sobre la generación Z. “Flotan, más que viven, por las promesas incumplidas”, decía recientemente Jacques Audiard.
Es como si hubiéramos tocado fondo. Y ya toca empezar a remontar. Se multiplican las señales de alarma y las iniciativas para favorecer un uso más creativo y menos pasivo de la tecnología. Con tanta vida digital no tenemos tiempo para la reflexión y la contemplación. La generación Z añorará el tiempo perdido entre el confinamiento y la saturación digital –Netflix ha reconocido que su mayor competidor es el sueño- y, cuando sean padres y madres, querrán que sus hijos disfruten más del tiempo y la naturaleza. El concepto de felicidad se impondrá al señuelo del éxito.
Solidarios. El 10% hace voluntariado, según la misma encuesta de UNICEF sobre la adolescencia española. Serán menos, demográficamente, y tendrán que ponerse a trabajar juntos para cambiar el mundo que han heredado. En todas las encuestas se refleja una agenda esperanzadora en las nuevas generaciones: la naturaleza, el bienestar físico y emocional y la igualdad hacen cumbre en su pirámide de valores.
Rebeldes. La generación precedente, la Millennial, vivió excesivamente vigilada y sobreprotegida por sus padres. Sin tiempo para vivir de forma asilvestrada, con todo continuamente medido y enfocado al éxito. Así que es de esperar una reacción de los Alfa ante esa monitorización constante. Además, tendrán armas para ello porque dominarán las herramientas mejor que sus mayores. Tendrán la oportunidad de rebelarse contra la precariedad y la uberización de la economía, de preguntarse por qué fueron exhibidos y grabados compulsivamente por sus padres y de cuestionar el evangelio de la productividad.
La visión de Darwin: son menos y más diversos
Son menos
La Generación Alfa la componen exactamente 4.563.189 niños y niñas nacidos en España entre 2010 y 2020. Si les sumamos los cerca de 330.000 que habrán nacido a lo largo de 2021, hablamos de 5 millones de personas. La natalidad ha descendido en la última década, de 2010 a 2020, en un 30,3%. En los próximos años, salvo que se abran las puertas a la inmigración, cerrarán colegios, guarderías y facultades y habrá dificultades para cubrir determinados tipos de empleo. Se invertirá la proporción actual de 2 trabajadores por 1 pensionista.
Son más diversos
Son cuantitativamente menos numerosos que la Generación Z, pero más diversos. Un 22,5% de los Alfa españoles son hijos de madre extranjera. Eso sin contar con los que son ya segunda generación de inmigrantes. En el caso de Cataluña, los nacidos de madre foránea son el 33%; en Madrid, el 25%. Una sociedad con una raíz cultural más diversa que no se refleja aún en la publicidad ni en los medios de comunicación ni en los espacios de poder.
Tendrán menos y compartirán más
En 2005 se vendían en España 2 millones de vehículos al año. Hoy difícilmente se supera el millón. Ese mismo año se vendían casi 1 millón de viviendas al año. El doble que hoy en día. Aparte de los movimientos cíclicos de la economía, asistimos a un cambio en los modelos de consumo y propiedad. El gasto en tecnología, viajes, deporte y entretenimiento se impone a la posesión de otros bienes, ya inalcanzables, en los que basaron su felicidad las generaciones precedentes. Como predice The Future of Laboratory, los futuros consumidores formarán “cuadrillas de compras”. También el consumo será más colaborativo.
La visión de Julio Verne: de nativos digitales a nativos climáticos
Nativos ambientales o climáticos. Han nacido con la misión de salvar el planeta que nosotros les hemos legado malherido. “Estamos cavando nuestras tumbas”, dijo hace días el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en la COP26. A ellos les toca ponerse manos a la obra y cerrar la herida ambiental al mismo tiempo que sufran sus consecuencias.
El influencer infantil más famoso en el mundo se llama Francisco Vera. Tiene 12 años y ha participado en la cumbre climática de Glasgow. “A los niños de mi edad les digo: sed influencers a favor de la vida. No hace falta que tengáis miles de seguidores en las redes, cualquiera puede serlo en su territorio, en su familia, con sus amigos”, proclama a su medio millón de seguidores en redes.
Nativos hipotecados. La herencia envenenada que les dejamos a los Alfa no es solo medioambiental. También económica. Cada niño que nace hoy en España lo hace con una deuda de 30.000 euros bajo el brazo. El endeudamiento público está en el 122% del PIB. Cuando sus padres llegaron al mundo, por ejemplo en 1980, heredaban una deuda per cápita de 425 euros y del 16% del PIB. Cuando los Alfa alcancen la edad de trabajar, arrastrarán una deuda inasumible fruto de la crisis financiera de 2008 y la pandémica de 2020, además de sufragar las pensiones de los Boomers. Un cóctel social explosivo.
Nativos arcoíris. En 2005 se aprobó en España el matrimonio homosexual. La lucha por los derechos LGTBI ha dominado la agenda mundial en las dos últimas décadas. La normalización de la homosexualidad era algo impensable para las generaciones precedentes y la discriminación ha lastrado la vida de millones de personas. Según una encuesta de Pew, en Estados Unidos el 35% de los Z ya prefería utilizar el género neutro, frente a un 12%, por ejemplo, de los Boomer. Y un 59% demanda que haya más opciones de género en los formularios, aparte de Hombre y Mujer.
Ellos y ellas verán un mundo desconocido para nosotros que irán construyendo a medida que aprendan de nuestros errores. Con su Código Alfa romperán con lo establecido. Llegarán a rozar el siglo XXII con una población de 11.000 millones de personas distribuidas de forma muy diferente a la actual, tras un proceso migratorio que cambiará el curso de la historia. Serán testigos, seguramente, de los albores de la igualdad real entre hombres y mujeres en buena parte del planeta.
Suerte, queridos Alfa, y no nos hagáis mucho caso. Sois los primeros de una nueva era y tenéis todo el derecho, junto a vuestros colegas de la Z, a soñar el mundo de otra manera.