ESCRITO POR:
Ignacio Bazarra

Bolis BIC. Lápices. Gomas de borrar. Cinta correctora. Ceras. Estuches. Hojas de recambio con cuadrícula. ¿Estamos en 1966? No: es el resultado que ofrece una búsqueda en la página “Vuelta al Cole” en Amazon. En la web de El Corte Inglés, por el contrario, se imponen los uniformes y la reserva de libros.

Niños y niñas regresan al colegio este mes de septiembre con mochila, fiambrera y estuche. Nada parece haber cambiado en la escuela desde que se introdujeron los pupitres y las pizarras en el siglo XIX. Como si la inteligencia artificial, Google y los videojuegos no existieran.

El equipamiento escolar contrasta con lo que demandan los niños y las niñas de la Generación Z. Acabo de encontrarme con una encuesta hecha en Estados Unidos por Barnes & Noble College, la división de material escolar de la famosa cadena de librerías. Según el estudio, citado por la revista Educación 3.0, los estudiantes prefieren aprender en entornos digitales y colaborativos. El 84% alaba las pizarras digitales y el 81% los libros de texto online. El 80% prefiere aprender con videos e incluso un 72% ya accede a los podcasts, otra fuente formidable de información y conocimiento.

Los jóvenes quieren aprender tanto fuera como dentro del aula: no entienden una escuela cerrada y optan por los vídeos y los podcasts. Pero en ciertos sectores se habla de un proceso de desdigitalización, con efectos impredecibles.

Como dice el informe sobre Educación y Generación Z de la consultora Mazinn, integrada en el ecosistema de Darwin & Verne, para el 84% de los chicos y chicas de esta generación aprender fuera del ámbito educativo es tan importante como hacerlo en el aula.

Pero en los centros escolares se vive una sensación de un regreso a las esencias. Proliferan libros e informes que advierten de la excesiva exposición de las nuevas generaciones a las pantallas y el déficit de atención que ello supone. En muchos colegios españoles se prohíbe entrar con un móvil. Esta vuelta al cole con pizarras, libretas y rotuladores no responde solo a una estrategia que podemos calificar de viejuna: es lo que compran los padres de las generaciones X e Y. Quizá no sea el material que compraría el alumno, pero es el que se sigue utilizando en la escuela española y el que los mayores asociamos a la educación.

Luego pasa lo que refleja una reciente encuesta de Dell entre 12.000 estudiantes de todo el mundo: el 56% dice que la capacitación digital que recibió en la escuela fue muy básica o nula. Llegaron a la universidad o al mundo laboral habiendo adquirido las destrezas tecnológicas de forma autodidacta.

“La incorporación generalizada de las tecnologías en el sistema formativo sigue estando lejos de lo que demanda el usuario final”, dice en sus conclusiones el estudio de campo realizado por Mazinn. En numerosos foros educativos se instala la idea de que las pantallas deben estar apagadas en las aulas. Se habla incluso de “desdigitalización”.

Los efectos que esa tecnofobia puede causar en la formación del alumnado son impredecibles. Significaría que en las escuelas españolas no se enseñara a manejarse en entornos digitales y virtuales y a sacar el mejor partido de la Inteligencia Artificial y de la información y el conocimiento que nos ofrece una pantalla.

El gasto en tecnología sigue siendo secundario

En la segunda semana de septiembre, 8 millones de niños y jóvenes forrarán los libros, prepararán en casa la colección de bolígrafos y rotuladores y se probarán el uniforme nuevo o el heredado de hermanos y primos. Este año habrá algún guiño a Barbie, a Pikachu (nunca envejece) y a las heroínas de la selección, en las mochilas de miles de niños y niñas.

Según datos de los cursos precedentes, los hogares españoles se gastan unos 335 euros de media en la Vuelta al Cole por cada alumno. El presupuesto va por edades. El gasto en el primer ciclo de Educación Infantil asciende a 97 euros, pero sube a 207 en el segundo ciclo. En Primaria, los padres invierten 334 euros de media, 418 en la ESO, 487 en Bachillerato y 384 en los ciclos de grado medio de Formación Profesional.

La entrada de lo digital se produce en las últimas etapas, cuando los alumnos ya llevan años consumiendo y viviendo en entornos online

El gasto en tecnología sigue siendo modesto. De esos 335 euros de presupuesto por alumno/a, 98 se van a los libros de texto, 34 al uniforme, 64 a papelería, 96 a informática y 43 a otros productos. El consumo en material tecnológico es apenas existente cuando son pequeños y se dispara en ESO y Bachillerato. Crecemos escribiendo en papel y dibujando a lápiz.

No es la tecnología: es el networking

El marketing educativo se centra hoy en la captación. Los colegios se vacían desde hace décadas por la crisis demográfica y los colegios, guarderías e institutos luchan por no perder alumnos. El temor a cerrar aulas y suprimir asignaturas por falta de alumnos se ha instalado en muchos centros educativos. En prácticamente todas las etapas de la enseñanza obligatoria ocurre lo mismo. Otra cosa es la Formación Profesional, donde crece la demanda cada año sin que se ofrezcan las plazas necesarias.

Hemos vivido unos años donde los centros han buscado la diferenciación sobre todo a través de los idiomas y la tecnología. Por mi experiencia de años en el sector educativo, los padres acuden a los Open Days (antes llamados Día de Puertas Abiertas) y a las entrevistas con el Director/a preocupados al 50-50% por las futuras salidas profesionales de su bebé y por su felicidad y estabilidad emocional.

El marketing de los centros educativos se centra en la captación
y en diferenciarse creando entornos competitivos

Hoy en día la diferenciación no está en el currículum educativo, sino en el networking. La desigualdad es evidente en las aulas españolas y muchos padres aspiran a que sus hijos crezcan en un ambiente competitivo, ajenos a cualquier dificultad de integración, que les garantice subir peldaños en la escalera social o, al menos, no perderlos.

La Vuelta al Cole. Uno de los términos que definen el fin del verano junto a la caída de las primeras hojas. Los telediarios mostrarán la felicidad en la cara de los niños y cierta melancolía en la mirada de los padres. Sin duda, es el dinero mejor invertido. Sin lápices no hay paraíso. Pero sin pantallas a lo mejor no hay futuro.

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